miércoles 

El Pacífico

Silenciosa fue la noche de tus capullos vivos
cuando el agua de mares vino a envolver con sus medusas:
blandas porciones de fauna escurridiza y húmeda,
palpitante y absorbente
como una novela escondida bajo la almohada.

A mis remos dicidida te aferraste, ante
la venida del tsunami de mis yemas.
A estribor lanzaste
una porción de tí
que alcanzó a rozar el espejo pálido,
el timón giró hacia el levante sin conducción de nadie
¿quién sopló bajo las arenas para encontrarse
con una perla que brillaba de tanta espera?
Una maniobra vespertina te dejó mirando las corrientes calmas
por el ojo de buey,
y de lado, con tus nalgas despiertas, dejaste fría mi quilla
así sin más.

Silenciosa fue la noche de tus capullos vivos,
y me agarraste con tu anzuelo y de mis labios
me llevaste hasta tu áncora, llena de algas,
y los juncos, más acá, ardieron varias horas.
Mis espigas fueron más espigas atracando en tu corteza ,
las medusas se marcharon a océanos lejanos.
¿Fue en Octubre?¿o en Abril?

El eclipse final dejó escamas en nuestras memorias
y las medusas llegaron a un ignoto y sonámbulo destino.

jueves 

01

Muerta en vida apenas
salida del cascarón
el avecilla
de plumas descoloridas
golpeaba su cabeza
contra la fortuna.


En penumbras
una dolorosa sonrisa
mueve los vientos
que agitan los cabellos
de ese hombre
de estatura mediana.

 

00

Al duro silencio
al que gotas osaran quebrar
donde un ser
con alas
atrofiadas

suspira sin aliento.



Su corazón, que se escabulle
a una alcantarilla,
apenas sujeto
por venas hilachentas,
encuentra goce
en la fortuna de otros,
que no es la suya propia.

 

Me veo en un rostro

Me veo en un rostro solo a ciegas apenas monstruo

apenas nieva adonde vayas diciendo tu nombre en cada mañana.

Apenas monstruo totalmente deforme

definitivamente canalla.

domingo 

Sin

Oído asediado reposa en su almohada,
sigue siendo asediado.
Acordes que destellan desde un piano, es la causa.
Efecto de poner en la misma cesta
la caricia y la marejada.

Veríamos un ocaso desde una terraza
en Cartagena.

Un mar que se desplaza...

Revestido mi corazón de un roble noble duro puro.
Puro cielo es tu mente azulada,
a su lado quise desprenderme de los solitarios
cantos de madrugada.

Veríamos un ocaso desde un puente
en Santiago.








Eres jungla, eres catarata,
soy la sombra, soy la venda,
eres junco en la verde agua,
soy jugo de verano distilado en invierno.
Ebrio estoy porque no veo amaneceres,
contento estoy por tu despertar,
hastiado me siento de largarme a otro sueño.

Veríamos un ocaso desde una ventana
en algún lugar.

Echaré de menos esas bocas traviesas
que compartieron sonrisas y licores.
Esos ojos que compartieron sueños.
Y otro nombre en una agenda se borrará quizá.

Veríamos el mismo ocaso
con los ojos de cada uno.